El reportaje de El País que denuncia las estafas en Latinoamérica mediante perfiles que se hacen pasar por la princesa de Asturias tiene al menos un precedente en redes sociales, más sofisticado que el de TikTok: el del falso príncipe Guillermo de Inglaterra.

La princesa Leonor.Europa Press News/Getty Images

“Así suplantan a la princesa de Asturias”: El País titulaba así ayer una investigación que desvelaba las estafas producidas principalmente en Latinoamérica por timadores que se hacían pasar por la princesa Leonor en la red de vídeos TikTok.

Un reportaje de Pablo Cantó en el que se desvelaba cómo algunas de estas cuentas superan los 400.000 seguidores, ante la pasividad tanto de la red social como de la Casa Real, que no cuenta con perfiles oficiales en esta red –lo más cercano es Instagram, donde la institución tiene cuenta oficial desde este verano–.

Es un problema que, apoyado en viejas técnicas de ingeniería social –prometer dinero a las víctimas, aunque pidiéndole progresivamente ingresos para conseguir la cantidad prometida–, la globalización de pagos fácilmente convertible a criptomonedas difícil de rastrear, y herramientas de inteligencia artificial que permiten imitar la voz o la imagen de la princesa han encontrado la difusión perfecta en las plataformas sociales, donde la moderación de contenidos sigue siendo un problema en todos los países.

En el reportaje, el diario señalaba que la Casa Real no ha respondido a esta información, y que TikTok ha eliminado algunos, pero no todos los perfiles desde los que se aprovechan de las víctimas.

También señalaban que las estafas partían principalmente de la República Dominicana, y afectaban sobre todo a personas latinoamericanas.

Aunque, como en casi todos los casos de estafa, la mezcla de impotencia y vergüenza que afecta a las víctimas lleva muchas veces a la ausencia de denuncias.

La ausencia oficial de la princesa de las redes también facilita la suplantación y la proliferación de perfiles falsos –no sólo con fines de estafa, que es algo que llevamos viendo años en lo referente a famosos y miembros de la realeza–.

Y puede que sólo sea una primera oleada de lo que está por venir, si nos fijamos en Inglaterra.

El país británico ha sido durante años el más afectado por las estafas telefónicas y vía Internet de toda Europa, puesto que hoy comparte con Francia y España, y el nivel de sofisticación de las campañas de timos ha llegado a ser preocupante.

Hoy mismo es fácil encontrar perfiles falsos de buena parte de la monarquía británica en Facebook, Instagram o TikTok, algunos incluso dando uno de los primeros paso de estos timos –mandar un mensaje privado haciéndose pasar por el príncipe Guillermo, por ejemplo–.

Pero mucho más preocupante es lo que sucedió este verano: una campaña en Facebook presentaba vídeos en los que el líder laborista Keir Starmer mostraba su apoyo a una supuesta organización criptofinanciera.

Acompañados de otro vídeo en los que el príncipe Guillermo miraba a cámara y decía “Estoy encantado de anunciar que tanto yo, el príncipe Guillermo, como el resto de la Familia Real apoyamos completamente la iniciativa del primer ministro Keir Starmer y su nueva plataforma”.

Los dos vídeos eran falsos, creaciones digitales que impostaban al príncipe de Gales y al primer ministro.

Y no eran parte de perfiles sueltos en el océano de las redes en busca de incautos: formaban parte de una campaña de publicidad por la que Facebook recibió más de 25.000 euros, con alcance cercano a las 900.000 personas, según la consultora de comunicación Fenimore Harper.

Que también informó de que varios por los afectados por la campaña perdieron su dinero al morder el anzuelo.

Meta, propietaria de Facebook, se defendió explicando que había borrado buena parte de la campaña, pero algunos de los anuncios seguían online incluso después de la publicación del informe.

En conversación con Newsweek, Marcus Beard, el fundador de Fenimore Harper, explicaba que la reacción de Buckingham había sido inexistente, pero que el problema sólo iba a ir a más, y que los responsables son las plataformas, a las que urge que tomen medidas de cara al futuro: “Si todo esto sigue sin tratarse y la moderación se queda como está entonces sí tendrán que hacer algo, porque estas campañas –y habrá más– van a volverse más sofisticadas y malévolas”.

Es algo contra lo que los Gobiernos están legislando contrarreloj. En España, Sumar fue pionera al presentar un anteproyecto de ley dirigido contra la suplantación de personas por inteligencia artificial, integrado ahora en la ley de protección de menores en entornos digitales, presentada en junio como anteproyecto y que acaba de recibir el visto bueno del Consejo General del Poder Judicial, aunque aún le queda recorrido antes de aprobarse definitivamente.

Inglaterra también está intentando legislar al respecto, pero de momento el único país que cuenta con una ley firme contra estas prácticas es Corea del Sur.

La solución para las personas de a pie no es sencilla –no todo el mundo tiene la formación, el tiempo o el conocimiento para discernir en la Internet actual, devorada por los bots y la proliferación de la IA– y las herramientas que facilitan las plataformas distan mucho de ser la deseable.

La página dedicada a estafas en TikTok en nuestro idioma tiene, por ejemplo, una traducción deficiente, pero ya pone en primer lugar “las estafas de dinero gratis”, que “ofrecen a los usuarios dinero en efectivo, billetes falsos, monedas digitales, monedas de juego, criptomonedas, etc., por lo general, en un intento de estafar al usuario a través de una ‘comisión administrativa’ o de robar sus datos personales”.

La página también advierte que es común el uso de manipulaciones o creaciones digitales para crear perfiles falsos de famosos.